martes, 29 de junio de 2010

Viento sosegado en Sagres


JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ - 19/06/2010

Sagres, a poco más de una hora en coche desde el aeropuerto de Faro, es otra forma de observar el Atlántico. Acercarse a este municipio sureño de 2.000 habitantes es descubrir una zona que ha preferido huir del turismo desbordado para dejarse abrazar por la naturaleza. Un recorrido en barco por las costas acantiladas de Sagres es también un paseo por la quietud, solo rota por el repentino balanceo de olas aventadas que nacen allí donde muere Sagres y emerge el histórico cabo de San Vicente, inicio de históricos navegantes lusos.

Sobre los acantilados de Sagres se abre otro mar, de color verde, el del parque natural del Suroeste Alentejano e Costa Vicentina (con más de 750 especies de plantas, de las que 100 son endémicas). Y en medio de este reducto de la naturaleza, con el aliento del parque en su cogote, acaba de nacer el complejo turístico Martinhal (hotel, chalés de alquiler, supermercado, guardería, piscinas...). Sagres sabe mezclar el viento con el sosiego. El lujoso hotel Martinhal -36 habitaciones y dos suites dúplex de aire zen e intensa luz natural- brinda confort y relajo. Y buena cocina, por ejemplo la cataplana, jugoso guiso de pescado típico de estos lares que, acompañada de un buen vino portugués, resulta deliciosa.

Las habitaciones, rectangulares y vestidas de madera en el exterior, están construidas sobre el suelo y se dan la mano con el jardín.De noche, desde el hotel se dibuja sobre el mar la sombra, transparente, de unos islotes de roca dura forrados por plantas de intenso verde que uno se pregunta cómo pudieron brotar ahí, en tan extrema dureza. Abundan en estos islotes -en marzo, abril, septiembre y octubre- aves migratorias, cigüeñas, gaviotas, garzas y águilas pescadoras, fotografiables desde la playa o desde los barcos de recreo para turistas que cualquier familia puede alquilar en Sagres varias horas para, si se quiere, comer en el mar o bucear (80 euros cuatro personas), o simplemente navegar divisando de lejos acantilados peinados de verde. Los islotes no se pueden pisar. Están protegidos.

Sagres es también submarinismo, surf, senderismo y un espectacular paisaje verde inundado de estevas. Solo en esta zona del sur de Portugal y en Grecia tienen vida estas plantas capaces de emerger entre las grietas de las rocas de la zona. La esteva es un arbusto caprichoso y único que produce flores de pétalos blancos con un núcleo de fuerte amarillo.

Cabo de San Vicente

A seis kilómetros de esta pequeña localidad eminentemente pesquera, huidiza durante muchos años de las aglomeraciones, y ahora mitad rústica, mitad turística, se levanta 80 metros sobre el mar el faro del cabo de San Vicente. Por las tardes, el viento se acerca gélido a esta esquina de Europa. Pero vale la pena contemplar desde allí una puesta de sol sobre el mar.

El viajero puede subir a lo alto del faro para sentir en la cara la suave fuerza del aire atlántico ante la inmensidad del mar. Los fondos de Sagres están llenos de vida submarina y de historia. Sin tener que sumergirse mucho, es posible escudriñar barcos hundidos. A solo 30 metros de profundidad, cerca de la bahía de Martinhal, las aguas tapan un antiquísimo galeón español. Y junto a él se puede bucear sintiendo cerca el paso de delfines que se acercan a la zona en marzo con la llegada de aguas calientes.

Fuente: www.elviajero.elpais.com

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